El vikingo y la vara de avellano. (Cuento tradicional Sueco)
Publicado por HEATHENPRIDE , domingo, 12 de mayo de 2013 7:03
Olav Brutolsen era el más terrible de los vikingos. Fuerte y fajado en muchas batallas , era el prototipo de guerrero al que todos temian. Con sus propios brazos era capaz de luchar contra un toro y vencerle en unos pocos segundos. Y para que todos le conocieran y distinguieran, llevaba adornados su casco y su capa con los trofeos de sus victorias: más de cien colgantes cosidos a su capa y mil piedras preciosas colgando de sus hombros, una por cada uno de los enemigos derrotados.
En su ciudad todos se apartaban a su paso, pues tan grande era su fama, como su orgullo y engreimiento , llego a creerse directamente descendiente de algun dios de la guerra, y tan fanfarron llego a ser, que se pasaba el dia provocando a cuantos se le cruzaban , esperando a que algun incauto aceptase su reto.
Pero cierto día, un joven que silbaba despistado, ensimismado jugando con una fina vara de avellano se cruzó en su camino y le hizo tropezar. Furioso, Olav le increpó y le desafió a un combate a muerte. El muchacho no era mas que un pastorcito, un crio de apenas dieciseis años, desnutrido y harapiento, pero ni por esas el vikingo se apiado de el, empezo a provocarle y insultarle , diciendo que si no aceptaba el reto, acabaria con toda su familia, uno a uno. El delgaducho joven no tenía elección, así que sólo puso una condición.
- Puesto que no veo muy bien y no te conozco, porque estoy de paso por este pueblo, necesito que lleves el casco y la capa durante la lucha, para poder distinguirte.
El casco del guerrero era un pesado yelmo de metal, con un aguila coronandolo a modo de penacho, adornado tambien con pesadas incrustaciones de pedreria, al igual que su capa, llena como ya hemos dicho de colgantes cosidos, cientos de amuletos y piedras preciosas, robadas a todos los vencidos.
Por si fuera poco, el hacha de batalla del guerrero era una pesada mole de metal, con un largo mango de roble, y el guerrero no prescindia tampoco de su escudo, una pesada rodela de tilo, adornada por incrustaciones de metal tachonado.
Olav lanzó una risotada y aceptó orgulloso aquella estúpida condición. Se puso su casco, y ciño al cuello su capa,tomando la pesada hacha en su mano diestra y el escudo en la zurda, justo antes de lanzarse sobre el joven para destrozarlo. El chico, ágil, se escabulló por poco, como arma contaba unicamente con la fina varita de avelano, con laque fustigo en las piernas al guerrero, haciendola reestallar en el aire como un latigo.. Lo mismo ocurrió con las siguientes embestidas de Olav, y según iba pasando el tiempo, cada vez esquivaba al gigantón más fácilmente, danzando alrrededor de el a saltos, y sin parar de propinarle dolorosos fustazos con la fina vara en los brazos y piernas, que descubiertos, no tardaron en llenarse de finos y sangrantes cortes. Aunque nadie podía creer que aguantase tanto, todos esperaban que con el primer golpe el joven caería muerto. Al fin de cuentas, los muertos por el poderoso Olav se contaban por docenas.
Ese golpe no llegó nunca. Olav estuvo luchando poco más de cinco minutos, y a los diez cayó como muerto. Ensangrentadas las piernas y los brazos, yacia tendido en el suelo, cubierto de sangre y casi sin resuello. El joven no tuvo mas que poner un pie sobre su pecho y declararse vencedor.
Muchos pensaron entonces que aquel joven era un brujo o un hechicero, pero Virtensen, que así se llamaba el despistado mozalbete que segun muchos nunca fue mas que un humilde cabrero, eso si, muy acostumbrado a correr de peña en peña tras sus esquivas y caprichosas cabras, mostró a todos que el orgullo y la ostentación del vikingo fuero más que suficientes para que cayera desmayado bajo el peso del casco y la capa. Olav, como buen guerrero, aceptó su derrota al despertar, y desde entonces cambió los símbolos inútiles y superfluos por la austeridad, pasando en todas partes como uno de tantos. En todas, menos en el campo de batalla, donde no se le reconocía por sus armas ornadas, espadas o capas, sino por una fiereza sin igual. Se dice que luchaba con lo imprescindible, tan solo hacha y escudo, a pecho descubierto, y que desde ese dia, su divisa de guerra era la cabeza de un macho cabrio dibujada en su escudo. Quiza aprendiese una dolorosa leccion, a veces la astucia vence a la fuerza.